Soy de la opinión de que la vida es una sucesión de ciclos que van cerrando etapas y abriendo otras nuevas, en un proceso continuo de transformación que se inicia desde el mismo día en que nacemos. Pequeños o grandes cambios que, cuando se contemplan en su conjunto, representan auténticas re-evoluciones en nuestro camino de vida.
La mayoría de las ocasiones no somos plenamente
conscientes de que algo está pasando hasta que tiene un cierto grado de avance.
Nos vemos arrastrados por el día a día y no nos paramos a reflexionar para qué sucede lo que sucede. Sin
embargo, cada pequeño detalle importa. En algunos aspectos de auténtico calado
como son el amor, la amistad o el trabajo, a veces pareciera que los cambios
suceden de golpe, que son impredecibles, inesperados. Nada más lejos de la
realidad. Si tomamos consciencia de la situación, empezaremos a vislumbrar que
se trata de una transformación que hace ya tiempo que comenzó.
Las primeras señales a las que debemos estar atentos
incluyen la insatisfacción y la nostalgia. El recuerdo de tiempos pasados más dichosos
desencadena muchas veces la incertidumbre y, en parte el miedo a perder lo que
un día tuvimos y nos hizo felices. Sentimos que algo ha cambiado, que algo ha
pasado y no nos hemos dado ni cuenta. Ya no tenemos la misma ilusión por ir a
trabajar, por tener esa conversación gratificante con nuestros amigos o por
estar con la persona a la que amamos.
Empezamos a buscar justificaciones de lo más
variopintas en el entorno: cansancio, demasiadas cosas por hacer, una mala
racha… pero pocas veces “miramos” dentro de nosotros mismos. En la mayoría de
las ocasiones nos resignamos a buscar un poco de sosiego para nuestra
convulsión interior pensando que ya pasará. Sin embargo, rara vez estas cosas
pasan sin dejar una huella importante en nuestra existencia, porque lo que
representan realmente es el inicio de un nuevo ciclo que no ha hecho más que
comenzar.
Cuando sentimos esto, es el momento de intentar
mirar de frente a aquello que nos hace daño, sin negar el miedo ni el dolor.
Tratar de no buscar excusas ni justificaciones y confrontarnos con nosotros
mismos con honestidad, sin engaños, sin mascaras. Comprometernos a cuestionar
lo que ha sido hasta ahora nuestra realidad y ser empáticos con nuestras
emociones, en silencio, lejos de los “ruidos” del día a día. Permitirnos sentir,
aunque no nos agrade lo que sentimos y sobretodo, prepararnos para afrontar la oscuridad. El invierno no tardará en
llamar a la puerta.
El cambio es ley de vida. Cualquiera que sólo
mire al pasado o al presente, se perderá el futuro.
J.F. Kennedy
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