Hace unos días, en la presentación de un libro sobre Liderazgo, escuché decir a Mª Jesus Álava una frase que me encantó: “El éxito no da la felicidad, es la felicidad la que nos lleva al éxito”.
Cuantas veces nos excusamos
en que necesitamos del éxito para poder sentirnos plenos, felices, a gusto con nuestra
realidad…, sin darnos cuenta de que es realmente una actitud positiva ante la
vida la que más rápido nos va a conducir a sentirnos bien con nosotros mismos y
con lo que nos rodea. Porque, en el fondo, es cierto que la vida nos
reparte las cartas, pero somos realmente nosotros quienes jugamos la partida de
la vida con ellas. Y para jugar esta partida no es verdad que sólo podamos
ganar si tenemos póker de ases, hasta en el póker se puede ganar con jugadas
mucho más discretas!!.
Lo que si es cierto es que
el ingenio, la positividad (que no es lo mismo que el optimismo idealista) y
sentir pasión por lo que hacemos, por lo que anhelamos, son unos magníficos compañeros en nuestra hoja de ruta.
Durante los últimos años he
tenido la oportunidad de ver personas de dos tipos. Aquellas que,
independientemente de los vaivenes de su vida en aspectos tan relevantes como
la profesión, la pareja o incluso la salud, sienten pasión por lo que hacen y
por lo que viven. Se inspiran en modelos de conducta positivos y autogeneran la
motivación suficiente para afrontar los cambios a los que tienen que
enfrentarse. Aquellas que tratan de jugar lo mejor posible las partidas de la vida hasta que les lleguen mejores cartas.
También he podido estar en
contacto con personas de comportamientos radicalmente contrarios. Aquellas que,
ante la mínima variación en sus previsiones, se vienen abajo. Aquellas que
ante la adversidad prefieren taparse la cabeza y esperar a que pase el chaparrón.
Los que sienten pánico de cualquier cambio y se auto engañan pensando que basta
con quedarse quieto, y si es posible de perfil, para que el vendaval no les
alcance.
Lamentablemente, a veces el “vendaval”
es un auténtico huracán en nuestra vida (despidos, divorcios, enfermedades…)
que no nos permite quedarnos de perfil. Sólo cabe coger fuerzas y apasionarnos
con nuestra nueva vida y con las oportunidades que esta nos ofrece (que siempre
las hay, aunque cueste verlas) y buscar, en nuestra propia lucha contra la
adversidad y en los pequeños triunfos que vayamos consiguiendo, la motivación y
el entusiasmo suficientes para ser felices. El éxito vendrá, sin duda alguna, después.
Nica
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