Recuerdo que cuando era pequeña no se me daba nada
bien jugar a la pelota. Casi siempre se me escapaba de las manos y tenía que
salir corriendo tras ella con bastante poco desparpajo, lo que generaba
habitualmente las risas de aquellos con los que estaba jugando (o mejor, con
los que intentaba jugar) y la correspondiente sensación de torpeza para mí
misma.
Desde entonces interioricé la idea de que los
deportes de pelota y yo no íbamos a ser buenos compañeros de vida. Y así ha
sido. Durante años he huido literalmente de intentar siquiera aprender a jugar
al tenis, al padel o a cualquier otra actividad que me obligara a enfrentarme
con el “diabólico elemento”. Y todo ello porque, en lo más profundo de mi misma,
CREIA que no era posible que lo hiciera bien.
Cuando somos niños, especialmente hasta los 5 o 6
años, nuestro cerebro trabaja con una frecuencia de onda que permite grabar las
ideas directamente en el subconsciente. Y esto es algo así como grabarlo con un
hierro candente, porque realmente dejamos de ser conscientes, para el resto de
nuestra vida, de que cada vez que nos enfrentemos a situaciones relacionadas con
nuestra creencia no actuaremos bajo la fuerza de la razón, sino que daremos
respuestas automáticas basadas en nuestras creencias más íntimas.
Si realmente creemos que NO somos capaces de hacer
algo, eso se convertirá en el mayor freno para alcanzar nuestros objetivos, y
en consecuencia nuestra felicidad. Mayor incluso que la crítica de un tercero. Así
que parece importante que, cuando sintamos que algo no es posible, que nosotros no
podemos conseguirlo o que no nos lo
merecemos, nos paremos un poco a pensar sobre la objetividad de nuestra
creencia.
Quizás la forma más práctica de hacerlo es preguntarnos qué nos impide hacer o merecer
ese algo, escribirlo en un papel y reflexionar si de verdad estamos seguros de que nos lo impide. Llegados a este punto ya hemos ganado
mucho: La conciencia de que la “poderosa fuerza invisible” que nos impide
conseguir nuestras metas, la llevamos dentro. Y que podemos cambiarla si de
verdad queremos hacerlo!.
Basta, que no es poco!, con pensar qué nos gustaría creer
a partir de ahora en lugar de nuestra creencia limitadora, escribir la nueva
creencia en tiempo presente y repetirla, tanto a través del lenguaje como al
comportarnos cada día. No olvides que el hábito y la constancia son el mejor
pegamento para el éxito.
“Tanto si piensas que puedes,
como si piensas que no puedes, estás en lo cierto”
Henry Ford. Fundador de Ford Motor Company