viernes, 27 de junio de 2014

INSTINTO BASICO

"La vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento."

De la película "Hitch"

Siempre he pensado que el ser humano es un ser esencialmente social, una especie evolucionada que disfruta gustando a los que le rodean. En general nos gusta agradar, nos gusta mostrar nuestra mejor cara, nos gusta proyectar lo que hacemos bien, ...porque esto es lo que nos permite recibir a cambio la aprobación social de los que nos rodean. Y cuando hay aprobación, sentimos que otros se ocupan y pre-ocupan por nosotros, nos aportan cosas y la sensación de soledad se reduce, generándonos un cierto alivio.

No quiero decir con esto que no nos guste estar solos, a mi particularmente me encanta, pero me gusta cuando yo lo elijo, cuando necesito reservar para mi misma ese espacio del que hablaba en mi anterior post. Lo que no me gusta tanto es la soledad no elegida, esa que tienes sin quererla, esa que te angustia, esa que te da tristeza, incluso miedo.

Sentirnos acompañados, poder compartir cosas, ideas, proyectos o aficiones con otros es estupendo, y curiosamente suele ir acompañado de un mejor estado de salud. Por algo será, no? Y si trasladamos nuestra reflexión de la compañía de amigos, familiares o compañeros a la de una pareja, acaso no se intensifican estas cosas?.

Aunque después de una ruptura el sentimiento habitual es de que solos estamos mucho mejor, en la práctica solemos tender a seguir buscando un compañero de juegos. Nos guiamos por el instinto, por nuestras feromonas, esas sustancias comunes a otras especies del mundo animal, que nos ayudan a encontrar con quién compartir nuestro espacio más íntimo.

Y aquí es curioso, porque si nos fijamos bien, da igual la edad de los actores protagonistas (niños, adolescentes, jóvenes, maduros o personas más mayores... la atracción no tiene realmente edad), da igual el contraste de roles (no siempre similares, a veces basta echar un vistazo a la atracción entre jefes y colaboradores, alumnos y profesores, médicos y pacientes, clientes y proveedores...), da igual la diferencia de edad, raza o religión entre ellos. El instinto básico que nos mueve, supera cualquier diferencia. Y cuando esto pasa se inicia la ceremonia del apareamiento emocional, con un torrente de sensaciones de fuerte intensidad que se podría decir, que hasta nos alejan, en cierta medida, del mundo real. En ese momento nos encontramos como sí flotáramos, sumidos en un estado febril de irrealidad que, la verdad, a veces viene estupendamente bien al cuerpo y al espíritu!!

Resulta muy ilustrativo ver algunos ejemplos en esos magníficos documentales del National Geographics donde se recogen las técnicas más originales que podáis imaginar y que utilizan algunas especies para gustar y encontrar compañía. Y resulta interesante contrastar porque, el caso de la especie humana me parece sólo un ejemplo más de este catálogo de actitudes creativas para gustar y ser querido. 

Al fin y al cabo ... podríamos esperar algo diferente de un instinto tan básico?.

Nica.


Aquí os dejo un par de clips para constatarlo.


domingo, 22 de junio de 2014

ESPACIO RESERVADO



Hay un tiempo para ir de pesca y otro para secar las redes
Proverbio chino

Seguro que no es la primera vez que te sientes cansad@, asfixiad@ de la cantidad de cosas que tienes por hacer y en parte también, y aunque te sientas mal solo de pensarlo y no lo compartes con nadie, agobiad@ por la demanda que de tu tiempo hacen los más cercanos a ti.

Es curioso, pero cuanto más predispuestos nos mostramos, cuanto más nos esforzamos por ayudar a los que nos rodean, cuantas más cosas conseguimos resolver, más necesidad de involucrarnos en nuevas cosas parece surgir. En realidad no se trata de ninguna paradoja, más bien todo lo contrario, es casi la consecuencia lógica de cuidar al prójimo, de darte a los demás, de tratar de ayudar y conseguirlo, de asumir tareas y responsabilidades aunque no te correspondan y también, en cierta medida, de no delegar.

Y aunque es muy gratificante la sensación de ayudar a que otros se sientan bien, aunque nadie duda de que dar apoyo a los demás llena mucho, también puede llegar a convertirse en una pesada carga a nuestras espaldas, que un buen día acaba por pasarnos factura.

Poco a poco el tiempo para ti va encogiendose hasta casi desaparecer porque te encuentras pegada al teléfono escribiendo whatsapps a unos y otros, tratando de levantarles el ánimo, te pasas el día corriendo de un sitio para otro para resolver mil y una tareas, te apresuras a escuchar a todos los que necesitan desahogarse, dedicas un buen tiempo a ayudar a tus hijos con sus actividades, a tus padres o hermanos con sus preocupaciones o a tus amigos en sus malos ratos. En resumen, ¡eres un crack para todos los que más quieres! pero... Y para ti? Realmente te sientes en plenitud viviendo así?

Compartir tu tiempo con los demás de forma generosa es importante para ser feliz. Reservarte un tiempo para compartirlo contigo mismo, también. Y pensar que esto no es  egoísmo sino un acto de generosidad, en este caso hacia ti, quizás sea el primer paso para aceptar que tenemos necesidades y que debemos reservar un espacio para mimarnos un poco (y si es posible, también para que nos mimen), sobretodo si queremos seguir en pie.

No se trata de que, de pronto, te olvides del mundo. Ni mucho menos se trata de volvernos egoístas e insensibles. Se trata de ser generosos en nuestras dedicaciones ... Sin olvidarnos de nosotros mismos!!. En el equilibrio suele estar la virtud, y si al principio no sabes ni siquiera como enmendar esta situación sin herir a nadie, puedes empezar por reservar un rato, cada día, para hacer algo que te guste de veras. Lo puedes marcar en tu agenda, acoplar en el horario que no interfiera con tus otras actividades, ser flexible en la actividad a realizar,  y dedicarle más o menos tiempo según tus necesidades y compromisos, pero lo que no debe faltar es ese pequeño espacio reservado para ti cada día.

No olvides qué cuanto más agotad@, enfadad@ o frustrad@ te sientas, menos serás buena compañía para nadie, así que quizás sea mejor ponerle remedio antes de que tus emociones se desborden, por saturación, con los que tienes más cerca.

Nica.


domingo, 1 de junio de 2014

SEDUCELES... CON TUS PALABRAS


"No es lo que el orador dice, sino quien es, 
lo que da peso a la elocuencia". Eurípides

Hace tiempo que tenía ganas de compartir con vosotros unas ideas precisamente sobre esto, sobre el arte de cautivar con las palabras. ¿Te has preguntado de donde sacan algunas personas ese don tan especial que les permite dirigirse a otros y convencerles con facilidad sobre algo? Yo sí.

Desde siempre me ha fascinado la facilidad con la que algunas personas son capaces de conectar con otros, de llegar más allá de la mera atención en el mensaje que transmiten y tener la habilidad de vincularse con las emociones de los demás. Personas que utilizan el lenguaje de la mirada o el del cuerpo con más fluidez y armonía, si cabe, que el de las propias palabras.

Hay personas que cuando hablan te envuelven como en un manto invisible que te aproxima hacia ellos, como si se tratara del más potente imán. Personas que, cuando te miran a los ojos, penetran en tu emoción, te tocan la fibra sensible y terminan por derrumbar tu resistencia a esta atracción, mientras que el tono y el ritmo de su voz te mecen y su sonrisa termina por seducirte del todo.

No hablo de políticos, a los que en más de una ocasión los obligados cursos de oratoria solo sirven para dar artificialidad y cierta impostura a las pausas de sus forzados discursos. Hablo de personas cotidianas, con las que te gusta estar, con las que el tiempo parece no contar porque te hacen sentir bien, solo por el hecho de conversar con ellas.

El arte de la conversación, de la oratoria, desde mi punto de vista es justamente eso, un arte. Pero también se puede entrenar y desarrollar en cierta medida. Más allá de la coherencia del mensaje, que es obviamente requisito previo, hay elementos básicos que mejoran sustancialmente la sensación global de tus interlocutores al escucharte. Mirar a los ojos sin intimidar, combinar la sonrisa con una expresión facial relajada, sin fruncir el ceño, por ejemplo. Tus manos, su posición, la armonía y simetría de sus movimientos. Tu cercanía, sin invadir el espacio vital de tu interlocutor pero lo bastante próxima para que sienta tu deseo de sentirte cerca. La posición de tu cuerpo, erguida pero no rígida, con los hombros relajados y las manos fuera de los bolsillos. Y ¿que decir del tono y el ritmo de tu voz? Ni muy alto ni muy bajo, con las pausas necesarias, sin forzar, acompasando el ritmo con los cambios en la emociones que deseas transmitir en el mensaje, con suavidad. Dulce, pero sin empalagar.

Ya puede ser un médico, un profesor, un entrenador, un estilista, un gestor de equipos o el dependiente de una tienda, el arte de seducir con las palabras no es propio de una sola profesión, pero me atrevería a decir que es bastante relevante para el éxito en la mayoría de ellas. Porque la capacidad de atraer, de seducir al interlocutor es básica en cualquier relación comercial y personal. 

Dedica unos minutos a reflexionar sobre tu oratoria y si sientes que te gustaría potenciar alguna cosa, no lo dudes, ponte manos a la obra, porque con un poco de ayuda, seguro que es posible que les seduzcas aún más.

Y si quieres inspirarte un poco te recomiendo que le eches un vistazo a esto. No olvides que, como decía Cicerón, no hay nada tan increíble, que la oratoria no pueda volverlo aceptable.

Nica.