viernes, 23 de mayo de 2014

EL ESFUERZO INAGOTABLE DE LA HORMIGA


"La vida es aquello que te va sucediendo
mientras estas ocupado haciendo otros planes".

John Lennon


Hace años, si alguien me preguntaba con que animal me identificaba, le contestaba instintivamente que con un perro de raza mastín, tranquilo, relajado y pacífico a más no poder.

Pero la vida va transcurriendo en nosotros, casi sin darnos cuenta, transformándonos en lo más hondo de nuestras conductas, y cuando ya llevamos un buen trecho del camino recorrido, resulta que nuestra propia percepción sobre nosotros mismos, también ha cambiado sustancialmente.

Desde pequeña aposté por la cultura del esfuerzo, no se muy bien por que y en aquella época sin duda desconocía también el para que de semejante decisión. Pero se fue creando en mi una sensación, que cada día calaba más hondo, de que el valor de las cosas está en directa proporción del esfuerzo que imprimía en conseguirlas. Con esta idea, empiezas a sentir que tienes que hacer más y más cosas. Empiezas a no disfrutar de verdad de lo que consigues, básicamente porque ya estas embarcado en un objetivo nuevo, más ambicioso que el anterior y que te obliga a esforzarte un poco más.

Metido ya en esta dinámica pasan los días, los meses y los años, y aunque no eres consciente de ello porque tu energía esta focalizada en alcanzar tus esforzados retos, el tiempo va pasando permitiéndote conseguir un montón de cosas que no terminas de apreciar en toda su entidad y que vas acumulando en tu historia vital, como se acumulan los números de teléfono en una agenda, sin darnos cuenta de cuantos tenemos y a veces incluso, sin recordar la historia de cada uno.

Ser un esforzad@ de la vida no está mal si cumples algunas premisas: disfrutas del producto de tus esfuerzos, no conviertes el esfuerzo en un fin sino en un medio para ser más feliz con lo que alcanzas, aprendes a recompensarte y encuentras el momento para descansar y reponer fuerzas de vez en cuando. Pero si alguna de estas cosas te fallan, créeme, al final este estilo de vida tipo hormiga no es nada gratificante ni recomendable. Acabará por agotarte, pasará factura a tu cuerpo y a tu alma, te sentirás casi siempre insatisfecho y tenso y, en definitiva, no te hará feliz.

Como en todo en la vida, en el equilibrio está la virtud. Ni demasiado condescendiente contigo mismo ni demasiado autoexigente. El punto justo de esfuerzo y disfrute de la vida, que tan difícil es de encontrar, será el que de verdad te haga sentir lo que vives y ser un poco más feliz cada día.


Nica